viernes, 26 de octubre de 2012

Las Jotos


Las Jotos


El derecho de existir iguala al derecho de gozar la sexualidad, debido a que sin un goce pleno en la sexualidad se pierde de alguna manera un peldaño crucial para alcanzar una plenitud en la vida, en los humanos se manifiesta un deseo que se produce sin la finalidad de tener un motivante directo que los aliente a la reproducción.
Fuera de la función científica-biológica, aquel motivante se ha fortalecido y ha evolucionado en un deseo primario por relacionarse con otros de manera sexual sin importar el género. Esto se redistribuye perfeccionando una serie de polaridades en las que se puede explorar la sexualidad, llevándola incluso a niveles más verdaderos y diversos que las sexualidades normativas.
En el pensamiento hegemónico, la idea de performar dichas sexualidades calificadas como disidentes se ha convertido en un tabú donde el fundamento más común y abundante es la relación con alguna patología Freudiana que aísla y califica dichas acciones, convirtiéndolas en casos fuera de norma o mal vistas por el resto de la gente; esto ha desencadenado diversas manifestaciones que intentan prohibir dichos comportamientos sexuales argumentando su origen en la perversión o en la enfermedad e incluso se han buscado curas, exorcismos o intentos ridículamente fallidos para erradicar dichas prácticas.
La sociedad acusa a estos grupos e incluso habla de la carencia de afectos entre parejas que practican las sexualidades disidentes y aseguran que sus encuentros y sus gustos no son más que producto una enfermedad o posesión demoniaca.
En pocas palabras, la idea de realizar la sexualidad de manera “antinatural” está estrictamente prohibida por la falla en los roles sociales que argumentan las sociedades hetero-normativas, lo “antinatural”, lo pervertido y lo profano, la sodomía y el tribadismo, son prácticas no legitimadas que atentan contra la naturalidad del cuerpo y de la vida.



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