Las Jotos
El derecho de existir iguala al
derecho de gozar la sexualidad, debido a que sin un goce pleno en la sexualidad
se pierde de alguna manera un peldaño crucial para alcanzar una plenitud en la
vida, en los humanos se manifiesta un deseo que se produce sin la finalidad de
tener un motivante directo que los aliente a la reproducción.
Fuera de la función
científica-biológica, aquel motivante se ha fortalecido y ha evolucionado en un
deseo primario por relacionarse con otros de manera sexual sin importar el género.
Esto se redistribuye perfeccionando una serie de polaridades en las que se
puede explorar la sexualidad, llevándola incluso a niveles más verdaderos y
diversos que las sexualidades normativas.
En el pensamiento hegemónico, la
idea de performar dichas sexualidades calificadas como disidentes se ha
convertido en un tabú donde el fundamento más común y abundante es la relación
con alguna patología Freudiana que aísla y califica dichas acciones,
convirtiéndolas en casos fuera de norma o mal vistas por el resto de la gente;
esto ha desencadenado diversas manifestaciones que intentan prohibir dichos
comportamientos sexuales argumentando su origen en la perversión o en la
enfermedad e incluso se han buscado curas, exorcismos o intentos ridículamente
fallidos para erradicar dichas prácticas.
La sociedad acusa a estos grupos
e incluso habla de la carencia de afectos entre parejas que practican las
sexualidades disidentes y aseguran que sus encuentros y sus gustos no son más
que producto una enfermedad o posesión demoniaca.
En pocas palabras, la idea de realizar
la sexualidad de manera “antinatural” está estrictamente prohibida por la falla
en los roles sociales que argumentan las sociedades hetero-normativas, lo
“antinatural”, lo pervertido y lo profano, la sodomía y el tribadismo, son
prácticas no legitimadas que atentan contra la naturalidad del cuerpo y de la
vida.
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